El madroño es un fruto salvaje que no se suele comercializar, o sea, hablamos de mermelada de frutos recogidos en el campo, aprovechando una excursión, por ejemplo. Los madroños son exquisitos, pero tienen un grave problema, en cuanto maduran empiezan a fermentar y es muy normal que el fruto, en el árbol, ya tenga una pequeña cantidad de alcohol… de ahí que “sienten mal en ocasiones”, alcohol con azúcar es una mala borrachera, cosa que saben bien los expertos.  Esta curiosidad marca su nombre científico, Arbutus unedo, y el “apellido unedo” significa que mejor “comer uno solamente”.

 

Luego tienen otro problema, contienen innumerables semillas. Para comer unos madroños en la natura, las semillas no son problema, al menos a mí no me frenan en absoluto, pero en una mermelada “no queda fino”. Por esta razón, para la mermelada, yo empiezo por hervir los madroños con medio vaso de agua durante 15 minutos, para ablandarlos, y paso la fruta por un colador, para despepitar lo mejor posible. Siempre siguen quedando pequeñas durezas, pero queda más fina que masticar pepitas.

 

Los madroños maduran en otoño, en época de setas, más o menos cuando empieza a haber buena naranja de mesa, cara por ser primicia, pero buena.

 

Para mi gusto, por cada kg de pulpa de madroño, sin pepitas, añadir medio kg de naranja pelada y troceada y 400 g de azúcar. Si se es muy goloso, se puede aumentar a 500 g.

 

Para perfumar, añadir la piel rallada de media naranja y un chupito de coñac y solo falta hervir una hora, a fuego suave y removiendo, que es muy fácil que se pegue y se requeme.