Pep Bonet Capellá, ¡desde 1952!… Ya son años.

Yo no lo sabía al principio, pero siempre he sido un fiel defensor del renacentismo. Tuve una infancia normal, buen estudiante, pero, ya a los 3 años, mi familia me llamaba “en Pep terrible”, no por mala persona sino por revoltoso.

 

Sin llegar a tener nunca el título de repelente, más bien se me consideraba simpático y de un independentismo molesto, siempre anduve entre los primeros de la clase. Nacido en una familia obrera, en la España de la postguerra, saqué el Certificado de Estudios y luego estudié lo que hoy llamamos Formación Profesional… A los 18 años me titulé como Maestro Industrial en Electrónica.

 

A esos 18 años murió mi padre y yo intenté seguir estudiando ingeniería, pero la pobre economía que había en casa ganó y terminé con deudas. ¡No me quedó más remedio que trabajar para pagarlas!

 

Me metí a submarinista, un trabajo donde se ganaba muchísimo dinero, tanto que con mi primera nómina resolví el problema de deudas… pero la cosa terminó en accidente y la pérdida de un brazo.

 

El “Pep terrible” que hay en mi me llevó a montar una empresa de electricidad-electrónica que mantuve durante 15 años, como un autónomo de pro, dando trabajo a hasta 8 asalariados.

 

Mientras, recibí una oferta de la antigua Escuela de Maestría, lugar donde me había graduado, para dar clases de electrónica… ¡y la acepté! La aventura de profe duró 38 años.

 

Siempre siguiendo el espíritu renacentista y revoltoso, animado por otros “culos inquietos” (ya se sabe que Dios los cría y ellos se juntan) los primeros años de mi vida de profe, los sábados, montamos entre todos un curso informal de fotografía (los que sabían enseñaban a los que no)… Unos años después, en esas situaciones kafkianas de la administración (la ley no permitía contratar profesorado sin titulación, pero si permitía que un titulado de electrónica diera clases de Imagen y Sonido) dediqué 4 años a dar clases de Fotografía y Equipos de Grabación de Imagen. Empecé a trabajar a los 14 años, tal como permitía la ley en 1966, y he trabajado hasta los 60, normalmente en oficios que me han gustado, pero, sin lugar a dudas, los 4 años de profe de Imagen y Sonido han sido, con mucho, “los mejores años de mi vida profesional”.

 

Paralelo a mi vida “oficial”, a mi profesión, a mis títulos, a mi carrera de funcionario, mi espíritu renacentista me ha mantenido ocupado lo que hoy llamamos “full time”. Seguí practicando submarinismo, algo de pesca y mucho de fotografía, hasta pasados los 40 años. Mi “MAESTRO”, D. Miguel Febrer, me introdujo en la Astronomía a los 14 años y le he dedicado miles de noches a lo largo de mi vida. Con la “introducción” a la fotografía me la tomé como hobby y la sigo manteniendo, por épocas me he dedicado al paisaje, a la creación libre de estudio y a la botánica. A este último tema, la botánica, lo he llegado a convertir en obsesión.

 

Simultáneamente, durante años, como 10 o 12, practiqué Aikido y siempre he sido aficionado al excursionismo, rara ha sido la semana que no haya salido a caminar por la montaña, hasta que la vejez, mis machacadas rodillas y los estragos de la diabetes han llegado a conseguir que caminar sea un suplicio… ¡pero no hay problema! Hace unos 7 u 8 años que descubrí el triciclo (en lengua moderna, “el trike”) y, supongo, que el pedaleo emplea lo que queda entero de las rodillas y ¡éstas no me duelen!

 

Yo, de jovencito, tenía bici. Cuando me recuperé del accidente intenté retomar la afición y, llevando el manillar con una sola mano casi me mato. El trike ha resuelto el problema, es mucho más estable y, en esos 7 u 8 años, llevo recorridos más de 40.000 km… porque voy y vengo, que si llego a tirar recto ya habría dado una vuelta al planeta.

 

Además de mi vida oficial y de mi vida lúdica, he intentado organizar una vida sentimental que no me ha salido tan edificante. He montado y roto varias parejas y he tenido un par de hijas. La triste realidad es que no he sabido mantener nada de eso, pero sí que es cierto que de todo se salva una hija, solo una, pero solo por eso ya ha valido la pena. Mi filosofía siempre me ha llevado a “poco y bueno”, yo soy de apreciar la calidad, no la cantidad y esta única hija que he salvado de la quema bien justifica todos mis esfuerzos.

 

En fin, esa es mi presentación.