¡Mi Community Manager me acaba de dar un tirón de orejas!

Desde que pusimos en marcha la web de la Fundación Pep Bonet Capellá que tengo abandonada mi web personal.

En parte tiene razón, es que yo soy “de la vieja escuela” y no me adapto al ritmo frenético y a la simplificación de las redes sociales. Creo que, para mi suerte, fui educado en un estilo renacentista. Ya de niño, mezclaba el ir a pescar con la astronomía y el recuento de buitres negros en la Serra de Tramontana y ya se sabe que “lo que se aprende con babas no se olvida con canas” (hace tiempo, leyendo otra cosa, encontré este párrafo que viene al pelo en este refrán, por lo de viejas, “En España la primera colección de Paremias corresponde al Marqués de Santillana y lleva por título Refranes que dicen las viejas tras el fuego”)

La verdad es que sí he seguido compartiendo actividades, pero cada vez me he ido limitando más a la “oficialidad” de la Fundación. En mi web personal compartía mi espíritu aventurero contando mis viajes, mientras que en la Fundación pienso que mis actividades privadas no son relevantes, estoy tratando a la Fundación como a una empresa y a sus seguidores como clientes interesados en sus actividades… Y, en el mundo empresario, suele ser importante la eficiencia. Las cuestiones personales se dejan para “fuera de la empresa”. Básicamente escribo sobre aplicaciones y avances de la Fundación.

En fin, toda esta parrafada para reconocer que mi Community Manager tiene razón.

Entonces, aunque sea con retraso, retomaré mis viejas costumbres y contaré, resumida, mi última aventura.

Todo va en gustos, hay quien gusta de cruceros por el Mediterráneo, otros de visitar grandes urbes, museos y arquitectura. ¡Para mi no hay nada como la naturaleza!

La última salida fue en noviembre pasado, me dio por ir a fotografiar TRASMOCHOS.

 

 

Que ¿qué son trasmochos? Pues una técnica de producción de madera con alto rendimiento, que lleva usándose cientos de años (en Japón aún está en uso)

Al árbol se le hacía una poda severa dejando solamente una muestra de las ramas más gruesas y, preferentemente horizontales. En estos “tocones altos” brotaban chupones que se controlaban y se distribuían de tal manera que no se estorbaran entre sí. Era bastante fácil que un tronco tuviera su docena de chupones, que iban a crecer bien rectos y verticales y que, en 15 o 20 años tendrían una buena docena de troncos maderables.

 

 

Como puede verse, una forma de incrementar la producción, incluso de mejorarla, en el sentido que era muy fácil controlar el crecimiento de estos “árboles de segunda generación” consiguiendo controlar su rectitud y evolución.

 

 

La zona recorrida empezó en Euskadi, concretamente en los bosques del norte de Vitoria y, como había que embarcar en Barcelona, fuimos recorriendo el Pirineo navarro hasta Irati.

Viajando se aprende mucho, por ejemplo, que, en Euskadi, debido a su industria del hierro necesitaron muchísimo carbón y que, por eso, fue una de las regiones de España donde prosperó más el trasmocho. Postura inteligente, un trasmocho, por cada pie, da mucha más madera que un bosque nuevo.

En el mismo Euskadi, pero durante la guerra civil, se perdió la idea de una economía con visión de futuro y, necesitados de combustible, arrasaron todo cuanto árbol encontraron. Por eso, en los bosques de Zubiri donde se montó una fábrica de munición, no queda ni un trasmocho, ¡arrasaron! Es triste, pero se perdieron cientos de años de cultura y tradición… También es cierto que con la citada guerra se perdieron muchísimas más cosas, vidas incluídas.

No es un diario de viaje, de hecho, si viajo acompañado o en grupo no suelo escribir diario, pero al menos es un resumen y una pequeña visión de esta última aventura.

Curiosamente, en Irati y todo y haber otra fábrica de armas en Orbaiceta, a pocos km, si que se salvaron trasmochos (que ya no se trabajan) Igual porque el río Irati, que corre “por el interior de la fábrica” les pudo proporcionar la energía necesaria.