Jun 24, 2020 | Botánica, Centro de documentación científica, Formación, Fotografía, Fundación Pep Bonet Capellá, Pep Bonet, Uncategorized |
No queda bien, suena a pedantería, ¡pero es que hay días que uno se levanta chulo!
Cuando empecé a sacar fotos de semillas, teniendo en cuenta que mi formación botánica es nula, busqué algún libro del tema “para plagiar”. La verdad es que ideas me bullían, pero quería ver como lo enfocaban los profesionales… ¡Qué decepción!
Unas fotos botánicamente perfectas, con vistas en “planta, alzado y perfil”, perfectamente identificado el eleosoma, marcadas las asimetrías, con las estrías perfectamente alineadas… Básicamente, un puñado de habichuelas sobre una cartulina blanca y una toma cenital, seguramente con un flash anular “que lo ilumina todo por igual”, sin sombras.
No me cabe la más mínima duda que las fotos que vi (y que tanto me decepcionaron) pueden sustentar una sesuda tesis doctoral sobre la reproducción de las plantas o sobre el mutualismo de las hormigas y la utilidad del famoso eleosoma.
En este momento entendí que no tenía el más mínimo interés en la botánica, que lo que me interesaba era la fotografía… pero es que las imágenes de naturaleza en general, para mí al menos, pueden resultar más sugerentes que el mundo de la moda, por ejemplo. Decidí que me quedaba con el tema, la botánica y el mundo científico de la biología, pero que las fotos las iba a hacer “a mi aire”.
Con los años, algo he llegado a aprender de biología vegetal, ahora ya llamo a muchas plantas por su nombre, en mis fotos sale el eleosoma, incluso he llegado a hacer fotos “a medida” para que un Señor Doctor en biología publicara un artículo… ¡pero me sigo negando al puñado de habichuelas sobre una cartulina blanca!
La foto que encabeza este artículo es de Lemna giba, la conocida lenteja de agua. Se trata de una planta extremadamente simple, un par de hojas y una raíz. Las hojas tienen alveolos que la hacen flotar i la raíz cuelga en el agua mientras absorbe nutrientes. Su tamaño es minúsculo, unos milímetros, pero se reproduce muchísimo, hasta el extremo de colonizar estanques enteros, por ejemplo el de la foto, debajo de esta alfombra verde hay agua limpia, para regar coles.
Seguramente un buen botánico hubiera fotografiado la L. giba sobre la consabida cartulina blanca o hubiera sacado fotos de los alveolos en el microscopio, incluso hay una buena foto científica de la raíz junto con una regla milimetrada (para documentarla)
A mí, lo único que se me ha ocurrido es que “se trata de una planta de agua”, que quedarían mejor fotos submarinas (no descarto pedir permiso al dueño del estanque de la foto, ¡es broma!)
Y, después de este rollo, viene la “técnica de estudio”. Chapotear en el estanque puede ser muy divertido, pero poco práctico. Pensad que, por el tamaño de la planta, necesitamos un buen nivel de macro, será necesario recurrir al fuelle y, si pretendemos alto nivel de calidad, se agradecerá una foto por capas, con movimientos micrométricos (para evitar en lo posible la difracción y poder usar una gran profundidad de campo). Añadamos que, ya que estamos, usaremos una cámara de 51Mp, de varios miles de euros… Si os fijáis, conforme voy escribiendo le voy cogiendo miedo al agua. Meter todo el equipo necesario en el estanque saldría por un ojo de la cara en cajas estancas. Vamos, que es mucho más práctico poner la L. giba en un vaso y hacer la foto a través del cristal.
Aquí es donde empieza el proceso “MacGyver”. Dadas las dimensiones de la planta, puede ser perfecta una ampliación de X4 o X5, exactamente lo que da mi cámara de fuelle de 80cm. Pero, para que sea manejable, esta cámara está montada fija en una columna de ampliadora, con avances micrométricos para su enfoque y para poder seccionar la imagen por capas.
Espectacular en cuanto a calidad y precisión, pero solo puede tomar fotos en vertical, para tomarlas en horizontal se pierden los mandos micrométricos… y el agua no se aguanta bien “de canto”.
Las soluciones siempre se pueden simplificar. Recurriendo a un espejo, los rayos de luz “pueden doblar esquinas”. Es fácil, colocando un espejo a 45º el eje de enfoque de la cámara se convierte en horizontal, además, tengo la suerte de usar un objetivo de 135mm de distancia focal. Da menos aumentos (con el inmenso fuelle, solamente X5) pero me permite espacio para hacer estas virguerías.
Para mí, cada foto termina siendo una aventura, en cuanto se te enciende la bombilla aparecen los problemas, ¿Cómo aguanto el espejo a 45º? ¿Cómo me las apaño para que la planta esté a esos 135mm del objetivo? ¿Cómo consigo que el fondo de la foto sea oscuro y contraste con la planta y el espejo del agua? (supongo que os vais dando cuenta que la cartulina blanca y el flash anular no me sirven en absoluto)
Siguiendo las más elementales tradiciones de los estudios de cine, ¡recurramos al cartón!
Con un cutter, cartulina y cola de carpintero se van resolviendo todos estos problemas, se construyen bases y soportes, se aguantan de pie trozos de cartulina negra o se usan unos cuadradillos de 1cm que tuve que implementar en otra ocasión, para otro problema (en aquel caso tenía que colocar, “volando” un reflector para matar una sombra, y los cuadradillos actuaron de “viga de soporte”)
Mi forma de trabajar, aunque sean soluciones de cartón pegadas con cola, intento siempre que sean precisas. Esto ayuda a obtener fotos “limpias”, pero es que estos artilugios no se tirarán, conservados en una caja, algún día me resolverán otra “pega”.
En este caso, el espejo que he usado es un espejo óptico, la capa reflectante está en la superficie frontal del cristal y no en su parte trasera. Un simple espejo de baño también hubiera servido, pero hubiera exigido más controles en la iluminación. Al tener la superficie reflectora y la superficie frontal del cristal, a veces, según como incida la iluminación (y fotografiando cristales reflejados en un espejo, más) se generan halos, bastante molestos.
A veces me han comentado que “estos secretos” no se deben contar. Todo va en gustos, yo disfruto haciendo mis fotos, pero es que cuando veo algunas publicaciones me dan vergüenza ajena. Por descontado que yo tengo “mis” gustos, yo veo “mis” encuadres, en “mis” fotos yo gestiono “mis” luces y sombras, esto forma parte de mí.
Pero la técnica debería ser universal o, por la misma regla de tres del secretismo, se deberían cerrar las escuelas y mantener a los demás en la más absoluta ignorancia… ¡Siempre he luchado contra esta idea! Se ve que 40 años trabajando como docente imprimen carácter.
En fin, amigo lector, si te ha parecido interesante cuéntaselo a tus amigos… En Mallorca se dice que “cuantos más son, más rien”.
Jun 17, 2020 | Fundación Pep Bonet Capellá, Gastronomía, Mis escritos, Pep Bonet, Recetas cocina, Uncategorized |
Indudablemente, hay una espectacular movida de naturismo, veganismo y vegetaniarismo están de moda, todo tiene que ser reciclado, los productos han de ser ecológicos… pero, en general, somos gentes de ciudad y muchos de nosotros no sabemos de la misa la mitad.
La industrialización del campo, los invernaderos, el cultivo “contra natura”, el que haya “de todo, todos los días del año” y, por qué no decirlo, la limitada cultura de la gente incluidos los ecologistas, nos hace un flaco favor a las personas… es más, la necesidad de abastecer a millones de personas diariamente obliga a manipular los productos agrarios para que puedan soportar el transporte y la distribución a un precio razonable. Todo el mundo conoce los mangos normales, a uno o dos euros el kilo y los “de avión” a 7, incluso hasta 10 euros el kilo: diferencia, los primeros se recogen verdes y se distribuyen con sistemas de transporte baratos y lentos. Los segundos se recogen en su punto y se distribuyen en cuestión de horas con medios de transporte rapidísimos, con alto consumo de carburantes y dejando una huella de carbono terrible… ¡Pero los mangos de avión son exquisitos!
¿A qué viene esta perorata? Las cerezas son fruta de verano, la temporada alta anda entre junio y agosto (va por regiones) y será cuando encontremos las mejores cerezas.
Por otra parte, las mermeladas no se inventaron por lujo. Las gentes de ciudad no suelen tener esta percepción, pero una familia que viva en el campo y tenga árboles frutales sabe que la fruta madura “TODA” en cuestión de días. En cuestión de días puedes tener un montón de kilos de albaricoques o cerezas o higos o lo que sea, ¡y hay que comérselos! No es como en el súper, que te sirves tu “medio kilito” y ya volveremos a por más (madurado en cámara y sin sabor ni aroma).
Nuestros ancestros, que no eran tontos, inventaron como conservar estas frutas, ricas en azúcares, alimenticias y sabrosas y de ahí salen técnicas como las mermeladas o las frutas desecadas, los higos secos, los orejones, las pasas, etc. En su momento, alguien descubrió que muchas frutas, cocidas en azúcar, se conservaban perfectamente durante el tiempo que tardara en aparecer la siguiente cosecha.
Bueno, pues ahora, entrando en junio, será el momento de encontrar muy buenas cerezas y a buen precio, por su abundancia. Hagamos una mermelada, con un toque exótico, sazonando con cardamomo. Una puntualización, cuando escribo una receta siempre me refiero a producto que pienso comerme. Por ejemplo, compré 5,2 kg de cerezas y me quedaron 440g de pepitas y rabillos, realmente 4,8 kg de fruta comestible.
4,8 kg de cereza sin pepita
1,440 kg de azúcar (300g de azúcar por kg de fruta comestible)
2 cucharillas colmadas de semillas de cardamomo verde molidas, ligeramente tostadas para secarlas
2 cucharillas colmadas de canela molida
Zumo y la cáscara rallada de un limón
8g de Agar-Agar, porque las cereza tiene poca pectina y queda muy líquida, muy aguada.
El sistema es sencillo, las cerezas limpias, lavadas por si los productos fitosanitarios, sin pepitas ni rabillos, partidas por la mitad (al quitar los huesos ya se quedan en dos trozos) en una olla, con el azúcar, la canela, el cardamomo y el limón. Se dejan reposar unas horas, tapadas, que se repartan perfumes, por ejemplo toda la noche. Pensar que ya hace calor, o sea que mejor en la nevera.
Una vez reposadas, poner a hervir a fuego lento durante una hora ¡removiendo! Todos los cocimientos que lleven azúcar tienen una especial tendencia a quemarse, lo que deja un interesante sabor a rayos. La cereza, en particular, arranca a hervir con muchísima espuma, casi como la leche, o sea que ¡cuidado!
Una puntualización, las abuelas siempre os dirán “hervir tres veces en días seguidos”. Es correcto en cuanto a conservación, lo mismo que siempre os dirán “kilo por kilo” de azúcar. Lo normal era dar los tres hervidos y tapar las conservas con un trapo atado, para que no lo alcanzaran las moscas, sin esterilizar ni envasar al vacío. El azúcar es un conservante, “per se”, pero al hervir tres veces, azúcar y fructosa acaban caramelizados, perfectamente conservados y con exclusivo sabor a caramelo, Son las mermeladas de la abuela, que siempre tienen el mismo sabor ¡a caramelo! Nosotros vamos a mantener el sabor a fruta y especias… pero habrá que esterilizar. Si no lo hiciéramos cabría la posibilidad de que se echara a perder la mermelada.
El Agar-Agar se añadirá los últimos minutos, disuelto en medio vaso de agua fría (que si se añade en polvo a la mermelada caliente hace grumos y no se disuelve), dejar cocer un par de minutos y apagar el fuego. El Agar-Agar (o gelatina, o pectina de manzana, según vuestra experiencia) es optativo, si no se pone u os quedáis cortos la mermelada queda líquida, si acertáis se aguanta muy bien sobre la tostada y si os pasáis, en vez de mermelada queda una excelente gelatina de cereza. El sabor y dulzor siempre será el mismo, la textura no. Para 5 kg de fruta, a mí me gusta entre 6 y 8 g de Agar-Agar.
De esta magnífica olla de mermelada saldrán 15 o 20 botes, mermelada para bastantes meses. Los botes se rellenan inmediatamente que se apague el fuego, bien caliente, se tapan herméticamente con tapas limpias y en buenas condiciones y se hierven en una olla durante 15 minutos. Quedarán esterilizados y perfectamente conservados para más de un año en la despensa.
Jun 1, 2020 | Fotografía, Fundación Pep Bonet Capellá, Uncategorized |
El paseo o la foto de campo, no solo son bonitos, ¡son imprescindibles! Tanto si hablamos de foto artística como documental, no hay ninguna duda que la natura siempre nos dará los mejores resultados… la espontaneidad de un insecto polinizando o la armonía del lugar de crecimiento, del hábitat natural de una planta son muy difíciles de reproducir en un decorado.
Sin embargo, en particular para documentación científica, existe un determinado tipo de toma técnica donde, precisamente, se aísla aquella hoja o aquella flor o aquellos sépalos que son tan importantes para identificar aquella planta. En estos casos, el decorado hasta se agradece.
O, como nos ha pasado estos días con la Portulaca oleracea y nos pasó con Erodium ciconium, que la planta tenga un comportamiento particular. Por ejemplo, en el caso del Erodium, que las flores se abrían a la salida de sol y, antes de mediodía, perdían los pétalos. O, en el caso de la Portulaca, que llevamos dos semanas persiguiendo sus flores amarillas (para completar nuestro archivo) y acabamos de descubrir que la Portulaca produce dos tipos de flor, una cleistógama, autofecundante y sin pétalos (la que tiene nuestra maceta de Portulaca) y luego la conocida flor amarilla, casmógama, con sus pétalos, sus abejitas y su polen.
Resolver estas cosas en campo puede representar un montón de viajes, incluso, por falta de coincidencia, perder la floración de una temporada, ¡perder un año persiguiendo una quimera!
Por eso, esta mesa de cultivo, donde cuidar y mimar macetas y el taburete donde montar el atrezzo para fotografiar detalles va a ser una mejora técnica impagable.
De hecho, en la foto una actuación real, las tomas en macro x2 de esas flores sin pétalos de nuestra Portulaca (la maceta un poco precaria)
En la mesa, además de artilugios para manipular, plantas pendientes de alguna toma. El Teucrium campanulatum pendiente de unas tomas de fruto maduro, la Lemna giba pendiente de una toma “submarina”… y la idea es seguir acumulando trabajo.
May 18, 2020 | Botánica, Centro de documentación científica, Fotografía, Fundación Pep Bonet Capellá, Uncategorized |
Hace meses, cuando “no pasaba nada”, estábamos en la puesta en marcha de una Fundación, con la sana intención de compartir un extenso archivo de fotos de natura con quién las pueda necesitar para difundir conocimiento.
Apareció el COVID19 y ¡todo se fue al traste! No es que la Fundación se haya abortado, no. Nuestros principios y nuestros proyectos son sólidos, pero, por exigencias de una pandemia, se confinó al pueblo y administración. Se paralizó la burocracia necesaria para arrancar la fundación y quedó estrictamente prohibido deambular en busca de plantas para documentar.
Ya contamos, en su momento, que trabajo nos sobra. Por ejemplo hemos dedicado horas infinitas (¡y las que nos quedan!) a digitalizar el archivo de diapositivas en una definición más que buena, 5000×5000 píxels aprovechando que los originales son de 6×6 cm. Y, para lucirnos, hemos ido limpiando, una a una y a mano, todos los puntitos, pelusillas, rayaduras, etc. En fin, generando archivos de 71 Mb que, para publicar, quedan más que bien.
Escaneado y posterior limpieza fue una excusa para un artículo de comunicación. Tardamos poco en “inventar” que, desde el Jardí Botànic de Sóller, nos trajeran plantas en maceta para ir “avanzando”. Creo que hicimos famoso a un Erodium ciconium…
Una vez descubierto el sistema nos trajeron más cosas, frutos de Narcissus tezetta y de Muscari neglectum
Nos trajeron sendas macetas de Potentilla reptans y de Teucrium campanulatum,
En fin, hemos conseguido entretenernos durante el confinamiento. Estas son muestras, por descontado que hemos estrujado en lo posible el material adquirido… Al fin y al cabo “no teníamos nada mejor que hacer”.
Pero, “como no hay mal que cien años dure”, hace un par de semanas, concretamente desde el 2 de mayo, ya se permitió a la población una ligera movilidad… que aprovechamos para recoger material de estudio. Un tema que tenía un programa definido era la higuera, incluso plantamos un vástago para hacer un mejor seguimiento (vástago que no ha llegado a agarrar)
El seguimiento de Blastophaga psenes se ha perdido en el confinamiento, hasta el año que viene, pero en nuestra primera salida, la primera acción fue recoger un prohigo infestado de avispillas para seguir documentando el tema y, empezar a sacar fotos de las flores masculinas
Además, hemos podido recoger una Spergularia, que está en manos más expertas para su determinación, un Lytrum, también por determinar, Smyrnium olusatrum, Ceratophyllum demersum, una Hepaticophyta y la Zannichellia pedunculata de la foto que abre este artículo.
Casi todas estas fotos se han realizado con las técnicas de fotografiar por capas y apilar, para conseguir una nitidez fuera de lo común, una profundidad de campo extraordinaria. En todas ellas se han repasado las motas de polvo, pelusillas, reflejos inadecuados, etc.
Todas y cada una de ellas son lo que se considera “foto de estudio”. En la documentación botánica, tan importante es la foto de campo, para reflejar el hábitat de la planta, lo menos intervenida posible, como poder mostrar los mínimos detalles de flores, frutos y semillas. Si repasáis entre los artículos del blog, algo hay escrito sobre esas técnicas de macro extremo.
Habrá quien se haya aburrido y engordado, durante este confinamiento. Nosotros hemos dedicado casi todo nuestro tiempo a “esto”… ¡y de gorduras no hablemos!
Abr 19, 2020 | Botánica, Centro de documentación científica, Fundación Pep Bonet Capellá, Pep Bonet, Uncategorized |
La capacidad de las plantas para sorprendernos es infinita. En contra del pensar popular, las plantas tienen la capacidad de moverse, “de pasearse”.
En estos días de confinamiento, muchas horas de aburrimiento, circulan por internet miles de historias, como por ejemplo que Sir Isaac Newton tuvo que confinarse para prevenir la peste negra y “aprovechó” para descubrir las leyes de la gravedad, la óptica y el cálculo.
Cierto que él es el padre de estas maravillas científicas, no tengo clara la coincidencia en lo de estar confinado y, por descontado que yo no le llego ni a la suela de los zapatos en cuanto a científico. Pero sí que, en vez de vaguear y dormir ante la tele, he dedicado muchas horas a contemplar un Erodium ciconium que me trajeron de @BotanicSoller, muy escaso en Mallorca, y que nos habían reproducido para poder hacer fotos para su ficha de documentación gráfica.
Aparte de hacer las fotos de hojas y flores que estaban pendientes, aproveché para ampliar las tomas de fruto y semilla (siempre es mejor pecar por exceso) y, lo que es el aburrimiento, empecé a observar el desarrollo del fruto.
El desarrollo de un E. ciconium empieza con una flor que se abre a primera hora de la mañana y cuyos pétalos caen alrededor de mediodía. La flor dura unas pocas horas en las que un polinizador que desconozco tiene que correr para realizar su función.
Caídos los pétalos, el cáliz se cierra y aparece en el centro una aguja que da nombre popular a la especie, agujas, alfileres, picos de cigüeña, relojes. Es lo que vemos en la foto, flor, cáliz ya cerrado y agujas ya crecidas.
Estas agujas tienen 5 frutos, cada uno con una semilla en su interior (en alguna ocasión, dos semillas) y una magnífica arista, artífice de su particular sistema de siembra.
La maravilla de esta planta es que estos frutos que vemos, tienen unos pelos rígidos y casi perpendiculares, que, si los tocamos observamos, obligan al fruto a deslizarse en dirección a la punta, no permiten retroceder. Además, al fruto le crece una arista larga, tan larga como la aguja con una particularidad biológica. Las aristas en realidad son un manojo de fibras que tienen la propiedad de alargarse o contraerse, en función de la humedad que contengan, pero es que, además, tienen índices de contracción diferentes unas fibras de otras.
En la planta, una vez madurado cada fruto, en primavera, cuando el sol empieza a calentar, los frutos se separan del cáliz y las aristas, mientras se secan, se van deformando y se enrollan sobre sí mismas, forman un perfecto resorte con el que los niños juegan a mojarlos con saliva para que giren como las agujas de un reloj.
Estos frutos, enrollados, caen al suelo y, mayormente por el viento, se pueden alejar de la planta donde nacieron, “se pueden pasear”. Esto presumiblemente sucederá durante todo el verano, con lo que el fruto dispondrá de meses para desplazarse y alejarse a colonizar otras tierras. En la foto de presentación hay un buen ejemplo de estos frutos, con aristas enrolladas.
A finales de verano, cuando empiezan las primeras lluvias, el fruto, esté donde esté, recibirá un buen chapuzón. Esto generará dos efectos, el primero será que las fibras de la aguja, al mojarse, recuperarán las propiedades de cuando estaba verde y la aguja se “desenrollará”, se estirará, lo que obligará al fruto a dar un cierto número de vueltas sobre sí mismo, como una broca en un taladro. El otro efecto será regar la tierra, muy deseable para plantar una semilla.
Con estas pocas vueltas, si hay suerte, el fruto ya es capaz de enterrarse. Por si esto no hubiera sucedido, cuando deja de llover y se seca, el fruto vuelve a recuperar su forma de resorte, revirándose otras tantas veces… y así, todas las veces que haga falta cada vez que llueva. Y, por si estas adaptaciones no os llegaran a sorprender lo suficiente, se observan aquí y allá unos pelos duros y largos (en esta foto son muy visibles) La utilidad de estos pelos es evitar que el fruto permanezca acostado, estos pelos levantan el resorte del suelo y obligan al fruto a apoyarse en la punta de tal manera que al primer resquicio que aparezca la punta se clava y aquellos pelitos que la rodean impiden “la vuelta atrás”… ¡Toda una adaptación de nuestra Madre Natura!
También os dejamos un pequeño «timelapse» que hemos hecho:
Abr 2, 2020 | Botánica, Centro de documentación científica, Fotografía, Fundación Pep Bonet Capellá, Mis escritos, Pep Bonet, Uncategorized |
Nunca en mi vida había estado recluido, como máximo alguna gripe recalcitrante.
Creo que puedo decir, sin equivocarme mucho, que estamos ante una situación más que extraordinaria para la inmensa mayoría de la sociedad, la reclusión forzosa de prácticamente toda la sociedad, la paralización de la vida en la calle.
Gracias a las redes sociales estamos recluidos… pero no aislados… Aquello de cerrar puertas pero abrir una ventana…
En las redes sociales he ido leyendo algunos de los problemas que va a causar esta reclusión. Leyendo a investigadores de la UIB o del CSIC, muchos de los proyectos científicos van a quedar abortados porque son investigaciones sobre el mundo natural, con tomas de muestras imprescindibles para demostrar o sustentar teorías y, si no se puede transitar no se puede ir a por las necesarias muestras.
En nuestra humildad, #FundPepBonet no somos investigadores, nuestro trabajo de documentación, todo y tener utilidad científica, no es en absoluto básico e imprescindible, si no se hace esta primavera se hará la siguiente, no pretendemos poner nuestros documentos como motivo de supervivencia de ninguna especie (cosa que algunas investigaciones si pudieran estar en este nivel)
Pero, dentro de nuestra modestia, esta reclusión, este parón de actividades, sí que nos va a ocasionar retrasos en proyectos que teníamos en marcha. En su momento os contamos el proyecto de documentación de la reproducción de higueras, de todo el ciclo de polinización, tan compleja y tan hermosa, de aquella historia de mamas, prohigos y mamonas, de todo el ciclo de reproducción de Blastophaga psenes, etc. Pensábamos hacer un seguimiento de un año y un reportaje que abarcara todas las peculiaridades… evidentemente para uso y disfrute de investigadores y difusores del mundo agrario. Esta es la finalidad de nuestra Fundación. Nos guste o no, esto no va a ser así, esta primavera nos vamos a perder el ciclo de las avispas, habrá que encararlo el año que viene.
El saber popular está lleno de frases hechas para la situación que estamos viviendo, encerrados sin nada que hacer… o sin poder hacer lo que teníamos planeado…
En Mallorca, entre otras, “Encontrarse como un herrero sin carbón”. Menos mal que tenemos recursos y “el carbón” se inventa. Ya comentamos que habíamos empezado a escanear todo nuestro archivo de diapositivas en alta definición, 5000×5000 píxels, solo con eso cubrimos con creces el confinamiento.
Otra de nuestras especies en persecución era Erodium ciconium (encabezamos este artículo con una foto de sus semillas) De esta especie nos faltan fotos de la planta verde, hojas, flores, incluso siempre se pueden mejorar frutos y semillas. Para ahorrarnos trabajo, recurrimos a una institución científica, @BotanicSoller, donde gustosamente nos reprodujeron unas semillas, plantaron unas macetas de E. ciconium para que pudiéramos acabar la documentación cómodamente.
Eso está muy bien, pero el decreto de confinamiento no contempla “ir a documentar plantas a 20 km de nuestro lugar de residencia”, se trata de “confinar” el COVID 19, nadie pretende incordiar a las personas. Incluso la cosa es más complicada, los jardineros han tenido que reducirse a una mínima expresión, por evitar posibles contagios y, a la vez, para evitar que el jardín se seque. Digamos que hay un jardinero de servicios mínimos para regar lo imprescindible, ni más ni menos.
Cuando nos quisimos dar cuenta, las macetas de E. ciconium estaban sufriendo efectos colaterales de esta batalla, habían quedado “abandonadas”, sin regar. Aprovechando la necesaria movilidad entre domicilios y lugar de trabajo del poco personal del Jardín, atendiendo a las imprescindibles normas de seguridad, mascarillas, guantes, dejar la maceta en el suelo y guardar unos metros de distancia, bolsas de plástico para aislar y los correspondientes lavados de manos, el personal del Jardín me acercó la maltrecha maceta que yo he replantado en mi terraza (al lado de una cabra higuera que no se ve muy ufana) De esto hace unos días, las flores están pero aún no han abierto y destaca una magnífica aguja. Yo la voy regando, por las mañanas la contemplo un rato y, la verdad, se la ve cada día más vivaz, véanse sino las fotos del antes y el después. El nombre no será correcto, pero se asemeja al teletrabajo, o a aquello de “traerse trabajo a casa”