MI MUNDO DE CICLOTURISMO

 

Mis primeros escarceos con el mundo de la bici vienen de la infancia, como casi todo el mundo afortunado.

 

Como curiosidad, a mis creo que dos o tres años, mi padre (que era soldador) me fabricó un triciclo. Evidentemente, como el “Pep terrible” que fui, “bajé” una escalera de jardín, el triciclo por un lado y yo por otro. No recuerdo el hecho, pero si recuerdo que tuve un diente negro hasta perder los dientes de leche.

 

Más adelante ya tuve bici, iba con ella a la escuela. El problema vino al tener mi accidente, intenté seguir en bici con una sola mano, pero el manillar no me resultó tan seguro como con las dos y, en un bache, casi me fui al suelo, en medio del tráfico. Dejé la bici y la olvidé.

 

Un poco antes de los 60, mi último año de actividad laboral, me compré un trike ¡GRAN ACIERTO! Todos los problemas de estabilidad desaparecieron, es más, sin haberlo previsto, obtuve un par de beneficios impagables, en vez de sillín ¡butaca! y, al ser triciclo, estabilidad total, incluso parado. Esto último me permite subir cuestas a 1 kph, cosa imposible para cualquier ciclista que no trabaje en un circo y que convierte el ciclismo en cómodo paseo.

 

Como se nota en la foto, poco tardé en adaptarle equipaje y las primeras vacaciones que tuve ya hice mi primera salida. Fui a las hoces del Júcar, mi primera ruta de cicloturismo y mi primera salida en solitario.

 

Eso fue en abril de 2012… hace ya tiempo que he sobrepasado los 40.000 km y sigo.

 

Desde que me jubilé suelo hacer 2 o 3 salidas anuales a la península, en una mezcla de turismo de hostal, con algo de camping y algo de ilegal acampada libre. A estas alturas tengo claro que hasta que nos acabemos uno de los dos, el trike o yo.